La “Ciudad Perdida” como también se la identifica, fue cumbre del poder político para los Tayrona y residencia de 1.800 pobladores, se localiza sobre la cúspide del cerro Correa, al norte de la Sierra Nevada de Santa Marta dentro del parque arqueológico de Teyuna. Comprende 150 hectáreas de senderos de piedras, muros intercomunicados y rocas sedimentarias que entre 900 y 1.300 M.S.N.M. se levanta una ciudadela de fábula construida en el siglo VIII, mucho menos concurrida que Machu Pichu, pero tan vieja como esta, entre sus ruinas almacena una gran historia de su establecimiento y la ilusión de 3.678 familias indígenas y campesinas que sus ingresos económicos son del turismo comunitario.
Magdalena hace 60 años resaltaba por sus pocos habitantes, pero la llegada del turismo y el narcotráfico de los años 70 cambió el panorama. El turismo provocó la apertura vacacional desde El Rodadero hasta el ancón de Cinto y el parque Tayrona. Por su parte el narcotráfico, contribuyó la invasión del norte de la Sierra, en los ríos Buritaca, Don Diego, Palomino y Guachaca. El sector se volvió víctima del saqueo de tumbas indígenas por “guaqueros” que transitaban enormes caminos rastreando piezas precolombinas para venderlas ilegalmente.
El descubrimiento
Al hallar que Teyuna poseía oro y cuarzo, estos saqueadores comenzaron un recorrido de 12 días hasta el centro mismo de la mina arqueológica que luego se la llamaría Ciudad Perdida, esta zona no pudieron colonizar los españoles a su llegada a América y que fue deshabitada por los Tayrona hace más de 400 años debido al clima y los filos de la Sierra. Fue un crimen el saqueo que tuvo el sitio, destruyendo tumbas, cerámicas y varios sitios sagrados para robar las joyas.
Que el sitio fuera identificado primero por guaqueros es desafortunado porque representa un saqueo del patrimonio arqueológico Fernando Montejo, quien es coordinador del grupo de Patrimonio del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh). “El Icanh supo de la existencia del sitio un año después (…) dio apertura al público en el 81”
Encabezando la expedición por la zona boscosa y húmeda del Magdalena los arqueólogos de dicho instituto, Gilberto Cadavid y Luisa Fernanda Herrera, en seguimiento de los estudios de la Sierra, identificaron 199 piezas arqueológicas. Al arribar a la cuenca alta del río Buritaca hallaron el parque, Nombrándolo “Buritaca 200”. La noticia llegó a Bogotá con la finalidad de que Alfonso Michelena, expresidente de Colombia, aprobara su recuperación.
Pánico en el Magdalena.
Los intentos por conservar este lugar no fueron suficientes, el narcotráfico dejó su huella. Drásticamente las piezas arqueológicas fueron afectadas por el terror que se vivió en los 80. El enfrentamiento en auge, el negocio de drogas, el contrabando y la poca asistencia del gobierno dieron acceso a que el conflicto ingresara al sector. El Frente Resistencia Tayrona, un grupo paramilitar con base en el Mamey, se localizó en la cuenca del río Buritaca y enroló a más de 1.200 personas.
La representante del gremio de restaurantes que hacen turismo comunitario en la Ciudad Perdida, Yenny Aguirre, evoca como hace 30 años su territorio era utilizado para cultivos ilícitos de coca. “Todo el mundo trabajaba en la droga, hasta laboratorios había. Esta zona era liderada por paramilitares. Aquí no entraba el gobierno, siempre estuvo ausente – continuó Yenni-. Los paramilitares no eran malos con nosotros, al contrario, sentimos un respaldo. Eran muy dados a la comunidad, pero cuando se desmovilizaron hubo una erradicación masiva y la gente tuvo que mirar otra fuente de empleo, porque con los cultivos ya no se podía”.
Ocurrió en 2001 la erradicación de la que nos cuenta Yenni, cuando las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), agrupación que provocó más víctimas al país, confrontó con Hernán Giraldo al frente. Esta guerra ocasionó el desalojo de 9.000 personas de 39 veredas y dio acontecimiento a la que las personas que estaban enroladas abandonen el servicio paramilitar del grupo en 2006, 8 mil afectados directos, mil indirectos y 274 violentas muertes según cifras de la ONU para los refugiados (Acnur). Al irse este grupo trajo calma al sector de Magdalena.
Renace la Ciudad Perdida
Al exterminar los cultivos ilícitos y la salida de los paramilitares avivó la certidumbre en los habitantes. Por ejemplo, Ariel Gallego, ex militante, descubrió en el turismo una oportunidad para renacer, olvidarse de las armas y compensar a su tierra.
Junto a él y otros 56 exmilitantes conforman hoy la Corpoteyuna, organización ideada por Fernando Salas, que desde 2003 posibilitó que exmilitantes y perjudicados trabajaran en colaboración. La paz en la Sierra estaba surgiendo y Ciudad Perdida era precursora de ello.
La actual directora de la organización, Luz Zenith Cañas Ibarra, recuerda el periodo en que su territorio comenzó a evolucionar y el turismo le regresaba la paz a su comunidad. “La gente buscó otra forma de ganarse la vida y el turismo fue la mejor opción. Con la implementación de los acuerdos, el gobierno desarrolló el programa de ‘Turismo, paz y convivencia’, para vincular los actores del posconflicto en el turismo y así reintegrarlos a la vida civil. Así nos convertimos en el puente entre gobierno y comunidad”, recalcó.
El turismo surge como una oportunidad de negocio. Ya era fuente de trabajo, pero nadie lo veía como prioridad hasta que los paramilitares se fueron reinsertando. Hoy, son ellos quienes llevan el turismo hacia Ciudad Perdida. Para nosotros como campesinos es todo. Yo pienso que mientras uno tenga sustento no va a tener la necesidad de estar metido en otras cosas. Aquí somos una familia y cada uno se respeta su lugar concluyó la directora.
La ACR (Asociación Colombiana para la Reintegración) posee datos que según estos en el Magdalena hay 2.074 desmovilizados desde 2001 hasta 2019. Ciudad Perdida es una familia que se dedica a dinamizar el parque arqueológico, conservarlo y resguardarlo. No existe discriminación en este proyecto, indígenas, campesinos, instituciones de orden nacional y miembros LGBTI unidos en armonía realizan turismo comunitario. Dirigidos por Asojuntar, el corredor turístico del parque, compuesto por las 7 veredas, designan una colaboración a la comunidad campesina por cada tour realizado.
Los extranjeros pagan aproximadamente $350 dólares americanos por un paquete que incluye conexión ambiental, transporte, alimentación, seguro médico, hospedaje, trekking, guía turístico y traductor por la figura del nativo ecológico de la Sierra Nevada. Son alrededor de 100 turistas que ingresan diariamente al parque para iniciar el recorrido de 4 días de conexión natural e histórica guiada por exmilitantes reinsertados. El turismo responsable que se efectúa, libre de explotación sexual, ha concientizado a las personas y busca fortalecer políticas públicas e incorporar a todos. La zona en donde fue aquel conflicto alguna vez congrega a víctimas, victimarios, indígenas y campesinos demuestra que sí es viable renacer después del conflicto.