El campesino latinoamericano y caribeño tiene cada vez más dificultades. En su mayor parte, hoy en día no tienen las condiciones para vivir de una agricultura decente porque entre la globalización y los intermediarios, destruyeron la ideología del comercio justo.
La agricultura rural puede ayudar fácilmente a millones de familias de agricultores, con toda la diversidad de productos y climas en América central, América del sur y el caribe, productos que podrían obtener el consumidor del primer mundo para crear la oportunidad de que estas comunidades sean incertardas en un comercio global y dónde estas comunidades sean las propietarias de su propio desarrollo y que no beneficien a estos señores intermediarios que no viven con la dura realidad de estas familias que cultivan los productos que consumen en las grandes capitales, por no hablar tambien de reducir las exportaciones con la venta de solo algunos productos agrícolas en manos de individuos, como: Flores, café, aguacate, por ejemplo. Las malas políticas y la falta de garantías de los estados de América Latina y el caribe no se han hecho esperar, y hoy se pueden ver largas hileras de campesinos en toda centroamérica que han dejado miles y miles de hectáreas solas sin nadie que pueda cultivarlas, dejando atrás todas sus costumbres, y el campo a merced de los grandes industriales que poco o nada les importa el medio ambiente.
A veces incluso los países tienen recursos para el aprendizaje y la innovación, pero además de la corrupción implacable, la falta de infraestructura y agilidad en la comercialización deja sin posibilidades a los agricultores locales que sin carreteras terciarias no pueden llegar con sus productos más económicos para los consumidores cercanos y qué queda para la posibilidad de exportar? Aún más grave. Es prácticamente imposible, debido al problema de la logística con las compañías navieras y sin tener un centro de acopio cerca de sus comunidades, es imposible organizarlas para exportar a través de los puertos. Tampoco hablemos ahora de los requisitos legales para exportar que solo se pueden ejercer en las grandes ciudades, dejando el camino para que los intermediarios con músculos financieros se enriquezcan a expensas del trabajo y el sudor de los más débiles. Si no se modifican estas condiciones, será muy difícil poner fin a las desigualdades que hemos sufrido durante siglos en el campo.